AUTOCONTROL
AUTOCONTROL
En la vida cotidiana, es normal que en algunas situaciones mostremos cierto grado de “impulsividad”. Cuando nos enfrentamos a un peligro, solemos responder sin pensar, lo cual se debe a que la parte emocional de nuestro cerebro toma el mando. No es algo negativo, al contrario, nos permite responder con la rapidez necesaria recurriendo a nuestro arsenal de respuestas instintivas.
El autocontrol es la capacidad de ejercer dominio sobre uno mismo, es decir, de controlar las propias emociones, comportamientos, deseos, o simplemente estar tranquilo. Esta capacidad nos permite afrontar cada momento de la vida con mayor serenidad y eficacia.
La persona que posee un alto autocontrol es capaz de dominar sus pensamientos y su forma de actuar, lo que puede ser beneficioso en multitud de situaciones. Por ejemplo, en un conflicto de pareja o una negociación laboral. Las investigaciones afirman que inteligencia emocional es clave para poder dominar esta habilidad
Sin embargo, cuando existe un problema para controlar las emociones y el comportamiento en diferentes situaciones, podemos hacer referencia a un trastorno del control de los impulsos. Estos problemas se caracterizan por la tendencia a ejecutar acciones demasiado rápido, de forma irreflexiva y/o irracional y la incapacidad para inhibir dichas acciones una vez que se han puesto en marcha.
La persona no es capaz de resistir una tentación, impulso o deseo. También se aprecia una tendencia a la búsqueda de gratificación inmediata, a expensas de las metas a largo plazo; es decir, esa persona no piensa en las consecuencias de sus actos más allá del presente.
Bajo la categoría de los problemas de autocontrol se encuentran diferentes trastornos:
Cleptomanía. Es el impulso irresistible de robar objetos, aunque no tengan valor. El robo no es premeditado, la persona simplemente ve el objeto y siente el deseo de tomarlo.
Piromanía. Es el impulso de provocar incendios por placer.
Ludopatía. Es una conducta de juego recurrente. La persona experimenta una urgencia incontrolable por jugar y apostar, no puede evitarlo aunque sepa que ese comportamiento le está causando daño.
Tricotilomanía. Es el impulso de tirarse del pelo hasta arrancarlo. En algunos casos va acompañado de tricofagia.
Onicofagia. Se trata de un hábito compulsivo que lleva a la persona a morder y comerse las uñas.
Dermatilomanía. Es una urgencia compulsiva por rascar, excoriar o pellizcarse la piel, hasta el punto de llegar a producirse lesiones.
Compra compulsiva. Es el impulso irresistible por comprar, aunque la persona no necesite esos productos.
Tics nerviosos. Se trata de un movimiento compulsivo que se repite con frecuencia. Puede ser simple, como un parpadeo, o puede tratarse de movimientos más complejos que involucran diferentes grupos musculares.
Síndrome de Tourette. Este trastorno neurológico se caracteriza por la presencia de movimientos repetitivos que escapan al control voluntario de la persona. En algunos casos también se emiten sonidos, como carraspeos o incluso palabras.